lunes, 11 de agosto de 2014

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domingo, 1 de junio de 2014

Violencia En El Deporte.









Trabajo Practico De Educación Física.

Violencia En El Deporte.


Alumna: Jazmín Milagros Echeverria Blanco.
Curso: 2ª 4ª










VIOLENCIA EN EL DEPORTE


En la actualidad la violencia se hace presente en diferentes actos de la vida humana, como por ejemplo en las relaciones laborales, familiares, personales, etc., con lo que se hizo inevitable su aparición en el deporte, una de las actividades más importantes de la vida contemporánea.
   Para comprender este fenómeno, creemos conveniente aclarar el concepto de violencia:
“El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones[1]”.

Clasificación de la violencia:
   
 Violencia autoinfligida: La violencia autoinfligida comprende el comportamiento suicida y las autolesiones. El primero incluye pensamientos suicidas, intentos de suicidio también llamados “para suicidio” o “intento deliberado de matarse” en algunos países y suicidio consumado. Por contraposición, el auto maltrato incluye actos como la automutilación.”  

 Maltrato a los mayores: el maltrato de los ancianos consiste en realizar un acto único o reiterado o dejar de tomar determinadas medidas necesarias, en el contexto de cualquier relación en la que existen expectativas de confianza, y que provocan daño o angustia a una persona mayor”. Por lo general, el maltrato se clasifica en las categorías siguientes:
Maltrato físico: causar dolor o lesiones, ejercer coerción física o restringir la libertad de movimientos mediante la fuerza o el uso de drogas.
Maltrato psíquico o emocional: infligir sufrimiento psíquico.
• Abuso económico o material: explotar a una persona mayor o hacer uso de sus fondos o recursos en forma ilícita o indebida.
• Abuso sexual: mantener contacto sexual no consentido de cualquier tipo con una persona mayor.
• Descuido: negarse a cumplir con la obligación de atender a una persona mayor, o no  cumplirla. Esto puede entrañar o no la tentativa, consciente e intencional, de causar sufrimiento físico o emocional a la persona mayor. 
Maltrato al menor: El maltrato de menores abarca todas las formas de malos tratos físicos y emocionales, abuso sexual, descuido o negligencia o explotación comercial o de otro tipo, que originen un daño real o potencial para la salud del niño, su supervivencia, desarrollo o dignidad en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.  
Violencia Juvenil: Los adolescentes son la  población más afectada por todo tipo de violencia. Esta no sólo se limita a la agresión física, sino que también incluye el abuso sexual, verbal y emocional y el abandono. Al mismo tiempo, se ve a menudo influenciada por los mensajes agresivos y violentos producidos por  los medios de comunicación masiva.  Además de ser las víctimas más usuales, los jóvenes son quienes  con mayor  frecuencia  ejecutan actos violentos. Las características individuales, experiencias familiares, el acceso a armas de fuego, alcohol, drogas, violencia política y social afectan con más frecuencia a este grupo de edad, principalmente a los varones. Estas conductas son aprendidas y con frecuencia se originan en un ambiente familiar violento.
Lesiones por tragedias en el tránsito: Se refiere a todo evento que genere pérdidas materiales, muerte o lesiones a personas involucrando cualquier tipo de vehículo de motor en movimiento.

  Violencia colectiva: La violencia colectiva se subdivide en violencia social, violencia política y violencia económica.


A diferencia de las otras dos categorías generales, las Subcategorías de la violencia colectiva indican los posibles motivos de la violencia cometida por grupos más grandes de individuos o por el Estado.

La violencia colectiva infligida para promover intereses sociales sectoriales incluye, por ejemplo, los actos delictivos de odio cometidos por grupos organizados, las acciones terroristas y la violencia de masas.

La violencia política incluye la guerra y otros conflictos violentos afines, la violencia del Estado y actos similares llevados a cabo por grupos más grandes.

La violencia económica comprende los ataques por parte de grupos más grandes motivados por el afán de lucro económico, tales como los llevados a cabo con la finalidad de trastornar las actividades económicas, negar el acceso a servicios esenciales o crear división económica y fragmentación.

Violencia interpersonal:
la violencia Interpersonal se divide en dos Subcategorías:
La violencia familiar o de pareja: esto es la violencia que se produce sobre todo entre los miembros de la familia o de la pareja, y que por lo general, aunque no siempre, sucede en el hogar.

Violencia comunitaria: es la que se produce entre personas que no guardan parentesco y que pueden conocerse o no, y sucede por lo general fuera del hogar.

En el primer grupo se incluyen formas de violencia, como el maltrato de los menores, la violencia contra la pareja y el maltrato de las personas mayores. El segundo abarca la violencia juvenil, los actos fortuitos de violencia, la violación o ataque sexual por parte de extraños y la violencia en establecimientos como escuelas, lugares de trabajo, estadios de fútbol, prisiones, y hogares de ancianos.”

A continuación explicaremos a que clasificación pertenece la violencia en el fútbol.
Incluimos a la violencia en el fútbol dentro de la Violencia Colectiva, y dentro de la misma en la Violencia Social. El fundamento a esta afirmación radica en el concepto explicitado de Violencia Social, ya que definimos a la violencia en el fútbol como actos delictivos cometidos por grupos organizados y como violencia de masa.
A su vez también se encuentra dentro de la Violencia Interpersonal, dentro de la misma en la Violencia Comunitaria ya que en la violencia en el fútbol se producen agresiones a personas que no guardan parentesco y que pueden ser conocidas o no por los agresores, generalmente este tipo de violencia sucede en establecimientos como escuelas, lugares de trabajo, estadios de fútbol, etc.

Cuando hablamos de deporte hacemos referencia a la “práctica metódica de ejercicio físico[2]”. Además este concepto trae aparejado la existencia de valores necesarios como la lealtad, solidaridad, auto superación, etc.
La violencia en el deporte ha existido siempre pero en los últimos años su aumento fue desmedido y el grado de violencia, en estos casos, es extremo.
Para poder introducirnos en la problemática de la violencia en el deporte debemos clasificarlos:
     Deporte Educativo: se lleva a cabo dentro del horario y en instalaciones escolares, formando parte de los contenidos de la educación física, dirigido por profesionales.
     Deporte Recreativo: con una finalidad de diversión y pasatiempo para sus participantes.
     Deporte Competitivo: practicado de manera sistemática y organizada, a través de federaciones y clubes, buscando resultados o triunfos como objetivo final.
     Deporte Competitivo-Espectáculo: donde esta práctica va unida a un sinnúmero de factores, ya sean económicos, políticos, sociales, que lo convierten en el centro de atención, desplazando a los anteriormente citados en cuanto a su trascendencia social e influenciándolos en lo referido a la creación de estereotipos y transmitiendo valores discutidos en cuanto a sus ventajas inconvenientes[3].


Consideramos a la violencia en el deporte como una problemática muy abarcativa, es por eso que a lo largo de esta monografía nos especificaremos sobre la violencia en el fútbol.
Cuando hacemos referencia al fútbol, nos referimos al “deporte practicado por dos equipos de once jugadores cada uno, en el que éstos intentan con los pies enviar el balón hacia la portería, sin intervención de las manos y siguiendo determinadas reglas[4]”.

Es importante destacar por qué consideramos a la violencia en el fútbol como un problema, más exactamente, un problema social.
El fundamento a esta afirmación lo encontramos en las causas y consecuencias de este fenómeno. Ambos, causas y consecuencias, nacen y repercuten en la sociedad, parte de la sociedad provoca, incentiva y concreta la violencia, y sus consecuencias vuelven a los generadores, es decir, es una relación de ida y vuelta, aunque en muchos casos las consecuencias también las sufren personas que se encuentran al margen de la violencia en el fútbol, tan solo por ser éstas partícipes de la sociedad.
Con respecto a los resultados de los comportamientos violentos, podemos afirmar que la mayoría son físicos (agresiones y muerte) y económicos. También  destacamos las consecuencias en la integridad de las personas involucradas, a lo que se le suma la pérdida del verdadero sentido de este deporte recreativo, competitivo-espectáculo, el fútbol, según la clasificación anteriormente nombrada.
En la actualidad encontramos un grupo de personas, bastante numeroso, que no posee valores, que los ha perdido y que incentiva a otros para que los pierdan. El egoísmo, la violencia, el individualismo y varios antivalores más se apoderaron de muchos ciudadanos.
Por todos estos motivos afirmamos que la VIOLENCIA EN EL FÚTBOL ES UN PROBLEMA SOCIAL.

La violencia en el fútbol es un problema muy complejo, por lo que los responsables del mismo son muchos.
Comenzaremos atribuyéndole el mayor grado de responsabilidad de esta problemática a los barras bravas. Como segundo responsable encontramos a los dirigentes futbolísticos, siguiéndole a los mismos las autoridades públicas (policías), luego la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), los jugadores, técnicos y árbitros, seguido de la prensa, y  por último la responsabilidad estatal y de la sociedad en general.



La Asociación de Fútbol Argentina (AFA)

 La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), no asume su responsabilidad en la violencia en el fútbol ya que las medidas aplicadas para restablecer la tranquilidad en los estadios, no dieron resultado. Algunas de ellas fueron: la quita de puntos, la clausura de estadios, el derecho de admisión, entre otras. Paralelamente, la Corte Suprema asumió parte de la responsabilidad al imponer las sanciones jurídicas necesarias ante un hecho violento.
Muchas veces la AFA sostuvo que la culpa de la inseguridad en los estadios debería caer en sus respectivos clubes; ya que ésta “se ocupa del fútbol y no de la seguridad” (testimonio de Julio Grondona), pero ni las entidades organizadoras, ni la asociación de clubes asumieron jamás la responsabilidad que les cabía para poner fin a las barras bravas y a la violencia en el fútbol.
La Corte estableció con claridad la responsabilidad de la AFA, que no es una simple federación de clubes, sino una organización muy especial con un importantísimo grado de intervención sobre las instituciones asociadas, por lo cual tiene el deber de preocuparse por la seguridad en cada evento futbolístico. La AFA debería afrontar las pérdidas materiales, como así también se ocupa de recaudar las ganancias y generar políticas adecuadas conjuntamente con los dirigentes para acabar con este problema, por ejemplo: los clubes deberían ser controlados por la AFA, tratando de evitar que los barras bravas tengan participación directa en la vida de la entidad.
 En estos organismos esenciales, como la AFA, la falta de autoridad en la política de los dirigentes hace que, por temor o por conveniencia individual, no denuncien a los barras bravas en caso de violencia.
Todos estos hechos de violencia obligan a reflexionar y a encontrar medidas adecuadas, creativas e inmediatas para que este fenómeno no siga cobrándose vidas o daños irreparables.
En la actualidad no se podrá solucionar esta problemática si los dirigentes del fútbol, las autoridades públicas y las fuerzas policiales no acompañan con su accionar la tarea de erradicar la violencia en este deporte. La AFA  tiene el deber de preocuparse en grado extremo por la seguridad de las personas que asisten al espectáculo del fútbol; pero es necesario destacar que los numerosos acontecimientos de violencia que existen en la actualidad no pueden pasar desapercibido para dirigentes prudentes y razonables.

 

 

 

Árbitros, también generadores de violencia


Nombrados los responsables debemos atribuirles a los árbitros la cuota de responsabilidad que poseen dentro de la violencia en le fútbol.
En muchos episodios la falta de ética profesional, ya sea por beneficios económicos o cuestiones personales, causa un sentimiento de tensión en los espectadores y genera comportamientos violentos, especialmente en los barra bravas, dentro del estadio o finalizado el partido, fuera de las instalaciones.
Anteriormente nombramos la decadente realidad de la función que cumplen los árbitros  y como cooperan en el fenómeno de la violencia en el deporte.
La función ideal o el deber del arbitro dentro de la cancha es fundamental, es él el encargado de hacer cumplir las reglas del juego y por este motivo debe reglarse éticamente.
El árbitro no debe mantener relaciones (personales) con jugadores, directores técnicos o persona del ambiente.
Tampoco debe aceptar ningún tipo de soborno y en caso de ofrecimiento, denunciarlo inmediatamente.

El rol de la prensa


Los medios de comunicación cumplen un rol fundamental en el ámbito del deporte. El fútbol, un consumo de masas, nació casi simultáneamente con el periodismo deportivo, lo que significó un mayor número de lectores que esperaban ansiosos las noticias de su equipo, siendo el trabajo de periodistas muy valorado y respetado.
   En un primer momento, los hinchas sólo aparecían como marco del espectáculo, sin embargo, esto ha cambiado notoriamente en los últimos años: los encargados de la sección de deportes en los diarios y programas y televisivos han visto la necesidad de incluir noticias sobre casos de violencia en el fútbol en sus páginas e informes. Esto se debe en gran medida a que los partidos que son suspendidos quedan en resultados indefinidos e injustos porque no fue cumplido el tiempo reglamentario, también porque deben ser analizadas infracciones dudosas sancionadas por árbitros y que pueden modificar el resultado de un partido y definir el futuro de un equipo y sus jugadores, o porque los clubes a veces reciben  sanciones económicas y deportivas por organismos como la AFA. Estas, entre otras cuestiones, deben ser crítica y continuamente analizadas con profundidad y responsabilidad por periodistas, ya que éstos tienen las herramientas para poder mostrar valores como la honestidad, el respeto y el compromiso a todos los oyentes y lectores.
   El problema está cuando esto no ocurre y cuando algunos periodistas, comentaristas y locutores se convierten en otro de los eslabones que conforman las causas de la violencia en el fútbol. Existen casos en los que estos comunicadores reciben dinero de jugadores, dirigentes y políticos para que hablen a su favor, o lo que es peor, en contra de otros. Esto es lo que muchas veces genera que los hinchas y barra bravas, convencidos de que lo que se dice es verdad, se comporten de manera violenta y creen rivalidades inexistentes con otras hinchadas, jugadores, árbitros, etc., lo que se ve claramente en los insultos. La “bronca” también se produce cuando los periodistas utilizan calificativos como “inadaptados”, “enfermos” al referirse a barra bravas y/o hinchas violentos, dejando a la luz la falta de ética y de capacidad de realizar análisis crítico que hoy se requiere de cualquier profesional.

 










jueves, 29 de mayo de 2014

"Lethifold y yo" E1

"Cerca de la una de la madrugada, cuando por fin empesaba a dormirme, ohi un susurro cerca de mi. Creyendo que no seria mas que las hojas del arbol, me di vuelta en la cama, de espaldas a la ventana pude ver lo que parecia una sombra e informe que se deslisaba por debajo de la puerta de mi dormitorio. Permaneci inmovil. Para mi horror la sombra comenzo a trepar por la cama y senti su leve peso sobre mi." Me di vuelta y trate de taparme con la frasada que por alguna razon estaba en el piso. Muy asustada sali corriendo hasta donde pude me di cuenta de que algo me seguia, asique lo unico que me quedaba era salir y fijarme que era lo que tanto me estaba asustando. Abri la puerta del baño y no habia nada me parecia raro pero por ahi era producto de mi imaginacion, y me fui a acostar y ahi fue cuando me di cuenta de que una especie de Lothifol estaba sentado en el escritorio de mi habitacion era gigante, azul, tenia los ojos rojos y le daban miedo los puntos rojos. Nos habian hablado del Lethifold en la clase de lengua, pero como una leyenda. Me quede quieta pero yo sentia como el me miraba, fui a la habitacion de mi madre, pero no estaba alli, tampoco en la cocina o en el comedor, ni en el baño. Era como que habia desaparecido lo unico que se me ocurrio que habia desaparecido lo unico que se me ocurrio era que el Lethifold se la habia comido. Empece a pensar que era un sueño hasta que por fin me atrevi a enfrentar al Lethifold fui y le dije " hey vos, Lethifold quién te crees que sos para entrar en mi casa y asustarme? El Lethifold rugió y me agarró, me estaba por comer cuando me desperté, solo era una pesadilla. Fui a buscar a mi mamá para contarle lo que había ocurrido. Cuando entré en la habitación estaba toda tapada asi que la destape y era el Lothifold me ruigió y por fin desperté del sueño, tenía tanto miedo a dormirme que me quede despierta el resto de la noche.

lunes, 5 de mayo de 2014

"La Gallina Degollada". Hipervinculo

  1. Hoy trabajamos con hipervínculos identificando los fragmentos en los que el narrador y/o los personajes muestran indicios de discriminación.
  2. No se puede subrayar citas que excedan las dos lineas y media.  
Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos necios, y volvían la cabeza con la boca abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida. Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón. El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal. Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación? Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres. Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre. —¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito. El padre, desolado, acompañó al médico afuera. —A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá. —¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...? —En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente. Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad. Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota. Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos! Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores. Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más. Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad. No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores. Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba. —Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos. Berta continuó leyendo como si no hubiera oído. —Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos. Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada: —De nuestros hijos, ¿me parece? —Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos. Esta vez Mazzini se expresó claramente: —¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no? —¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró. —¿Qué no faltaba más? —¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir. Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla. —¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos. —Como quieras; pero si quieres decir... —¡Berta! —¡Como quieras! Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo. Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza. Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear. Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga. Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini. —¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces...? —Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito. Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto! —Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla! —¡Qué! ¿Qué dijiste?... —¡Nada! —¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú! Mazzini se puso pálido. —¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías! —¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos! Mazzini explotó a su vez. —¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora! Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames fueran los agravios. Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra. A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina. El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo... —¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina. Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos. —¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo! Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco. Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa. Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca. De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó. Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más. Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo. —¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída. —¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. —Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo. Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija. —Me parece que te llama—le dijo a Berta. Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio. —¡Bertita! Nadie respondió. —¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada. Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento. —¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror. Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola: —¡No entres! ¡No entres! Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.